lunes

Concurso de relatos "Dar teta es dar vida". Relatos participantes

LA HUELLA DE LA LACTANCIA


Ahora, en este otoño de mi vida, mientras observo a mi hija amamantando a sus retoños, evoco el emotivo recuerdo de mi pecho al descubierto y no puedo evitar una tremenda añoranza; veo tan tierna imagen y mi alma se llena de dulces sensaciones…

El lejano ayer me atrapa, y, de nuevo, la contemplo a ella en mi regazo.

Una y otra vez, vuelvo a sentir la magia de la subida de la leche, su hormigueo, el cálido roce de su boca buscando, titubeante, la tierna atalaya a punto de desbordarse en tibio meandro.

Mi pecho, tantas veces al descubierto rasgando días con celo y noches en vela. Noches de balanceos continuos al compás del latido ansioso. Sin calma. Sin respuestas. Sin poder calmar tanta angustia. Sin poder tranquilizar el azul de sus ojos, el temblor de su cuerpo, su llanto.

Madrugadas eternas para unas manos primerizas que no saben distinguir entre el dolor de un cólico y el arrebato del hambre. Y, de nuevo, las doce, la una, las dos, las cuatro… El pasillo invadido por los mismos pasos, el rítmico balanceo, el pecho al descubierto. Sin tregua. Sin descanso. Sin saber qué hacer, como una hormiga que no encuentra su camino. Hasta que, poco a poco, los cólicos van cesando y con su ausencia, el vértigo del desaliento.

Los años pasaron y volví a alumbrar dos hijas más. Sin noches en vela, disfrutando del placer de amamantar, de la tranquilidad de la experiencia.

Ahora, en este otoño de mi vida, veo a mi hija mayor criando a sus hijos y el orgullo me invade. Orgullo de sentirla madre. Orgullo de albergar en mis entrañas LA HUELLA IMBORRABLE DE LA LACTANCIA.

Azorina

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