lunes

Concurso de relatos "Dar teta es dar vida". Relatos participantes

EL CURALOTODO


Fotografia de Amarantas409


Había una vez un extraterrestre, llamado Ete, que quería ir con su familia de vacaciones a la Tierra. Se le ocurrió que sería buena idea conocer un poco a los terrícolas, para saber lo que se iban a encontrar allí y planificar el viaje, así que se puso a pensar moviendo sus antenitas de colores... “¡Ya sé!” exclamó, “voy a enfocar los telescopios de la nave hacia la Tierra, de manera que veré en la pantalla lo que hacen allí”. El único inconveniente era que sólo podría verlo, porque no tenía un sistema que le permitiera oír lo que decían, ya que estaban muy muy lejos, pero “menos es nada”, concluyó. Decidió también que puestos a ver cómo se comportaban los terrícolas, lo mejor sería elegir a la familia que más se quisiera de la Tierra, ya que su familia también se quería mucho. Pues bien, enfocó y... apareció una familia compuesta por una madre, un padre, un hijo pequeño y una hija más mayor, o eso le parecía a Ete, que no sabía calcular bien las edades de los terrícolas. Estuvo observándoles día y noche, durante semanas, y había algo que no acababa de entender, ya que en su mundo no pasaba, y le tenía desconcertado. A menudo comentaba con Ata, su mujer: “Fíjate, esta familia terrícola hace una cosa que me tiene maravillado”, le decía. Y es que no se explicaba cómo una misma cosa, podía servir para tantas otras, y decidió llamarlo “curalotodo”.

Ete le explicaba a Ata y a sus tres hijitos, Iti, Oto y Utu, que allá en la Tierra, esa familia que tanto se quería y se cuidaba, hacía una cosa: cuando alguno de los hijos se caía, tenía un disgusto, se enfadaba por algo, se sentía solo, necesitaba un abrazo, tenía hambre o sed... siempre iban donde la mamá terrícola, le decían algo que él no alcanzaba a leer en los labios, pues como ya hemos dicho, no podía oírles, y la madre les daba el “curalotodo” ¡y todos tan contentos!, todos los males se acababan enseguida. A Ete le parecía un instrumento maravilloso, pero ¿qué era aquello? Por la noche también descansaban todos bien, y ahí al padre se le veía muy contento por ello, porque dormían todos juntos y cuando alguno de los niños se despertaba por algo, tal vez tuviera hambre o sed, o necesidad de saber si mamá y papá estaban a su lado en medio de la noche, o ganas de sentir el calorcito de mamá... pues también cogían su “curalotodo” ¡y todos a dormir a pierna suelta! “¡Qué maravilla!”, pensaba Ete. Un día el pequeño terrícola hizo un dibujo, que a todos les gustó mucho y lo colocaron en la nevera. Ete, ajustando su lente para ver esa obra de arte, no cabía en sí de alegría cuando, por fin, pudo averiguar el verdadero nombre del “curalotodo”: en el dibujo aparecía papá terrícola y mamá terrícola sonriendo, y la hermana mayor terrícola y el terricolito le decían a su madre: ¡MAMÁ, TETA! Así que eso era, ¡el “curalotodo” es la teta!


PUMUKI

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